jueves, 26 de febrero de 2009

La cena.

Aparto la copa de mi rostro mientas intento arrastrar por mi garganta el último sorbo de vino. Los segundos pasan despacio, pero mi respuesta tarda en llegar. Miro a los lados. Observo que nadie se ha fijado en mí y respiro aliviada.

- Sí, lo sabía. Sabía todo mucho antes de que ocurriera.

Sara baja la mirada mientras retuerce con fuerza la vieja servilleta blanca. El bullicio de la gente se apodera de nuestro espacio. Ella no dice nada.

Dos minutos después se acerca el camarero y nos pregunta si queremos otra botella.

- Pues… –Miro a Sara temiendo equivocarme con mi respuesta mientras arrasco suavemente mi nuca-.
- Sí, por favor. – Responde Sara- Y esté atento a traernos otra cuando ésta se acabe. Ebria lo aceptaré mejor.

El camarero se marcha sin pasar desapercibido. Antes recoloca la flor en el centro de la mesa.

- Sara, yo…Esperaba que te dieras cuenta por ti misma. Estas cosas no cambian de un día para otro y se demuestran a cada paso.
- ¡No digas tonterías! – La voz fría y tajante de Sara penetra en mis oídos provocando un estruendo en mi estómago. Mientras, Sara tira con rabia la servilleta sobre el mantel y apoya el codo sobre la mesa mientras se pasa la mano por su rostro con crudeza.

En silencio acerco mi mano lentamente para acariciar su brazo. Pero ella se aparta con brusquedad apoyando su espalda plenamente sobre el respaldo de la silla. Me mira fijamente, seria, silenciosa. Bajo la mesa mueve con rapidez uno de sus pies, están cruzados el uno sobre el otro. Mi corazón se acelera, pero no se me ocurre qué decir. Sólo espero.

Mientras tanto, el mundo sigue a nuestro alrededor. El restaurante está al completo. Es un local pequeño pero espacioso. Con 15 mesas redondas. Todas iguales. Mantel salmón, servilletas blancas, copas estrechas, cubiertos grabados y una magnolia en el centro. Hay cuatro grandes ventanales de cristal opaco y una barra de bar de reducido tamaño donde sólo pueden estar los camareros. Las risas y conversaciones de la gente son difíciles de diferenciar. Parece que todos hablan a la vez.

Había reservado una mesa apartada, discreta. Y allí estábamos, en la mesa más alejada del bullicio de la gente, justo al lado de los aseos. Un lugar nada perfecto para conquistar a una mujer.

El camarero se acerca, rellena nuestras copas. Nos mira, sonríe y se aleja con la misma indiferencia con la que había llegado. Sin duda me resulta peculiar. Es un hombre joven, de gran estatura, robusto, pelirrojo, con ojos verdes y una sonrisa irónica marcada en su enorme boca.

Me centro de nuevo en Sara, quien no para de morderse las uñas, lo cual me resulta extraño, nunca lo había hecho antes. Me sudan las manos. De nuevo paso la mano por mi nuca, esta vez suavemente. Siento calma.

- No lo entiendo. Sólo era un juego. Nada iba en serio. – Sus manos me distraen, no para de gesticular, las mueve de un lado a otro sin sentido.
- Pero acuérdate de hace 5 años, en el viaje a Palma.¡Fue el comienzo! –Mis manos se abren suplicando comprensión.
- ¡Éramos unas crías! Nada era real. – Me dice Sara mirando hacia un lado.
- Entonces, lo de ayer, no lo era, ¿no? – Mi voz tiembla. Mis músculos están rígidos, engarrotados. Siento frío.

Sara guarda silencio de nuevo. Por un momento odio la vida, el restaurante, la cena… Le la odio a ella.

- No tiene nada que ver. Era un día especial. Teníamos algo que celebrar y no teníamos a nadie más que la una a la otra. – Mientras habla, pasa los dedos de su mano derecha por la palma de la otra.- Todo se puede malinterpretar.- Añade.
- ¿Era real o no lo era? – Insisto impaciente. Noto mis axilas empapadas de sudor.
- Algo es real cuando dejas que lo sea. No siempre es fácil. Además, tú no pareces segura.¿Por qué bajas la voz para evitar que te oigan?
- No es por mí. Es por ti. – La miro con dulzura.

De repente aparece el camarero.
- No tardaremos en cerrar. ¿Desean café?
- No, gracias. – Respondo sin mirarle.
- Observo que no han terminado la botella. ¿Anulo la petición anterior? – El camarero interrumpe jocoso.
- Sí, anule el vino. Gracias.- Siento como los agujeros de mi nariz se hinchan para coger aire.
- ¿Quieren la cuenta? – Insiste el camarero.
- Sí, sí. Traiga la cuenta. – Instintivamente le indico con la mano que se marche.

Sara, está con la cabeza cabizbaja.
- Sara… yo…- Intento decir algo acertado.
- Su cuenta señoras. ¿Será en efectivo o con tarjeta?

Irritada, saco dinero del bolsillo. Se lo entrego y le indico que se quede los cambios.


Sara comienza a llorar y me pregunta sin levantar la cabeza:
- Entonces. ¿Por qué dejaste que me casara?

No tengo palabras. Le agarro fuertemente la mano y comienzo a llorar.

- Señoras. Vamos a cerrar. Gracias por su visita y vuelvan pronto. Si lo desean tenemos pañuelos de papel en el baño.

3 comentarios:

PHAROS dijo...

la cena de este tipo de cosas

PHAROS dijo...

la cena me gusta para hablar amar entender comprende dialogar Un beso

salva lorén dijo...

Es increible lo que me ha dado de sí publicar en mi blog http://estoyhartodelasgordas.blogspot.com/
una hermosa poesia de Fernanda de Filosofia Poetica. Me encuentro por el camino estos jardines literarios hermosos y repletos de sentidos.

espero que hasta pronto

salvaloren