domingo, 23 de noviembre de 2008

Por qué.

La noche era perfecta. El último sábado del mes. Él y yo, por fin juntos, camino de una noche de ensueño. Música, risas y miradas cómplices de nuestra felicidad. Todo era perfecto. De repente, tras pasar una curva la luz iluminó un obstáculo en la carretera. Con un viraje conseguimos esquivarlo. Durante dos segundos, que parecieron horas, pude retener en mi memoria los ojos de aquel perro clavados en los faros de nuestro coche, suplicando con aullidos que no le volvieran a arrollar. Ni siquiera la música pudo evitar que escuchara el sonido del miedo. Tras unos minutos llenos de lágrimas, gritos y miles de preguntas conseguimos dar la vuelta. En nuestro pensamiento sólo existía la imagen de aquel cuerpo que apenas podía moverse, y la desesperación de dos llamadas a emergencias, fallidas por falta de cobertura. Silencio. Sólo se apreciaba el latir de nuestros corazones. Había mucho tráfico. La velocidad era mayor, pero la distancia parecía más larga.
Cuando llegamos allí no había nada. Nada. Avanzamos un rato más. Nuestros ojos buscaban entre la oscuridad. Allí no estaba. Suspiramos, en parte aliviados pensando que alguien se nos había adelantado. Pero nuestro corazón lloraban por dentro. No entendíamos por qué alguien lo había abandonado allí.

1 comentario:

Begoña Iranzo dijo...

Adoro conducir, he estado tantas y tantas horas en el coche, sola, con mis pensamientos, mis locuras, con un mundo secreto que solo podia vivir en aquel espacio. Solo hay algo que enturbia aquellos recuerdos, todos esos pobres animales muertos sin sentido, la gente pasando sin prestarles auxilio, sin una lagrima, sin inmutarse. Aún me duele el corazón cada vez que piensa en cada uno de ellos, y no puedo pasar de largo sin sentir que dejo algo mio en ese suelo.
Gustarme no es la palabra correcta, me ha llegado ahi donde tiene que llegar.
Begoña Iranzo